miércoles, 7 de septiembre de 2011

El voto emotivo, una tendencia entre nosotros

por Prins, Arturo

Hay políticos que, como estrategia de campaña, apelan al sentimiento y la emotividad del electorado. Otros prefieren llegar a través de la razón. Para atemperar el sufragio irreflexivo, muchas democracias no exigen la obligatoriedad del voto.El proceso electoral que vivimos está marcado por una tendencia: la forma en que algunos políticos se comunican con el electorado pareciera apelar a los sentimientos más que a la razón. Seguramente los “creadores de imagen” que contratan los candidatos tienen que ver con esta estrategia. Buscan tocar el ánimo de los ciudadanos, donde anidan las emociones, agradables o penosas, según las circunstancias.

Dado que la emotividad es intensa, pasajera y muy cambiante no sería terreno apto para el crecimiento de las ideas, que requieren de hábitos reflexivos adquiridos con tiempo, continuidad y paciencia. Si los estados emotivos se modifican frecuentemente, las ideas que allí arraiguen cambiarán al ritmo de las emociones. Esta sería una de las razones, no la única, de la volatilidad del voto argentino.

Eduardo Fidanza, sociólogo especializado en estudios de opinión y director de Poliarquía Consultores, explicaba que un cuarto del electorado –aquí y en todo el mundo– es el que se informa, lee los diarios, reflexiona y razona los procesos políticos, los problemas y las propuestas para resolverlos. El resto llega a estas realidades más superficialmente. Así se explica que tras la muerte de Néstor Kirchner, Cristina Fernández –su esposa y presidenta de los argentinos– haya pasado de un nivel bajo de aceptación (según las encuestas) a categorías muy superiores. El sentimiento marcó el cambio, repentinamente, sin mayor elaboración. Otra muerte, la de Raúl Alfonsín, proyectó a su hijo –también por las encuestas– a la candidatura presidencial del radicalismo, cuando hace apenas dos años era sólo segundo candidato a diputado de una coalición por la provincia de Buenos Aires.

La estrategia del voto emotivo tuvo también como protagonista reciente a Miguel Del Sel en Santa Fe. En un santiamén Mauricio Macri llevó al cómico del espectáculo a la política, de la comedia a la candidatura a gobernador. Sin experiencia ni equipos para conducir una provincia compleja, bastó que Del Sel se comunicara con sus comprovincianos con simpatía, cariño y sencillez –como sabe hacerlo un buen actor– y el sentimiento hacia él creció rápidamente. Otra estrategia criticada fue la del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, con el aviso “Yo creo en Dios”, donde apeló al sentimiento religioso y desbordó el límite al que se puede llegar en esta materia.

En contraste, otros políticos eluden los escenarios faranduleros, las estrategias sentimentales y optan por la construcción pausada de la política. Es el caso de Hermes Binner, que fue secretario de salud en Rosario (1989), concejal, dos veces intendente de la ciudad, diputado nacional, primer gobernador socialista de Santa Fe y ahora candidato a la presidencia, “sin apuros”, como expresa reiteradamente. Beatriz Sarlo comentaba al respecto: “Binner no galvaniza emociones (…) tiene un temperamento moderado y paciente (…) Esas cualidades posiblemente sintonicen con electorados que no quieren movimientos volcánicos ni piensan a la política como una dimensión que debe atravesar emocionalmente sus vidas”.

Como una manera de evitar la irracionalidad del sufragio muchas democracias no exigen la obligatoriedad del voto, de manera que concurren a los comicios los interesados en hacerlo. Una periodista argentina, preocupada por el tema, recogía este chiste que ilustra muy bien la situación: “Gobernador, gobernador –grita una persona– toda la gente que piensa lo apoya”, y él contesta: “No es suficiente, necesitamos a la mayoría”.

6,7,8, Murdoch: medios, barbarie y libertad

por Eliaschev; Pepe

El escándalo del magnate de los medios trasciende las fronteras del hoy convulsionado Reino Unido y teje redes de poder, negocios, cinismo y abusos.Hicieron todo lo que no debía hacerse. Violaron intimidades. Penetraron intercambios privados. Espiaron. Conspiraron. Corrompieron policías corrompibles. En nombre de un supuesto mandato informativo, salpicaron los espacios periodísticos de maledicencias. Fueron ruines y, sobre todo, perfectamente amorales. En la escalera degradatoria del amarillismo tradicional, ignoraron las restricciones más obvias. En aras de vender diarios, le hicieron la vida miserable a demasiada gente. Transgredidas las vallas de última contención, el escándalo reventó como ampolla purulenta. Durante varios días pareció que se llevaba consigo a un gobierno demasiado reciente como para quedar tan vulnerado.

El escándalo Murdoch habla de cuestiones que trascienden de lejos los límites del Reino Unido. En ese pozo apestoso se combinan varios predicamentos de alcance internacional: prensa y poder, rentabilidad y negocios, cinismo y ausencia de valores, capitalismo de rapiña y garantías individuales. La relación del poder político con los medios es poco menos que proverbial en casi todas partes. En el caso británico, el inmenso poder de los medios del empresario de origen australiano no podía ser ignorado por los gobiernos laboristas y el actual de la coalición conservadora-demoliberal. Pero si, para proteger sus intereses políticos, Tony Blair en su momento y David Cameron ahora fueron pragmáticamente promiscuos en sus lazos con Murdoch, debe apuntarse que su connubio con el grupo excedió en un punto lo políticamente tolerable. Se condena en este escándalo que un poder político se haya entreverado sin límites con un conglomerado de prensa y TV básicamente famoso por su carencia de escrúpulos.

También debe decirse que ese mismo compacto mediático fue armado con astucia: junto a los amarillos y reaccionarios News of The World de Londres, y New York Post de los Estados Unidos, Murdoch hace años que compró el mítico The Times, venerada vaca sagrada del más rancio periodismo británico de prestigio.

En una era claramente signada por la progresiva y ya irreversible decadencia de los diarios, la batalla por la supervivencia devino colosal en la vieja capital del Reino Unido. No es un mercado sencillo. A diferencia de la brutal Nueva York (donde sólo sobreviven tres diarios), Londres cuenta con una insólita cantidad de cotidianos, incluyendo diarios “de calidad” muy arraigados (Guardian, Telegraph, Financial Times, Independent), los populares Mirror, Express y Mail, además del citado Times, y varios sensacionalistas muy duros, como The Sun, del mismo Murdoch).

Estamos hablando de pujas brutales en un mercado altamente competitivo y con una formidable pujanza en materia digital. De hecho, el mercado británico deriva rápidamente a una clara preferencia por informarse cada vez más con y desde Internet. En ese contexto, la pelea desaforada por los consumidores de sensacionalismo adquiere ribetes espectaculares.

Cuando Murdoch compró finalmente el viejo New York Post de Manhattan (su fórmula crimen, sexo, celebridades, chismes, escándalos políticos y deportes) a fines de los ’90, no hizo más que blanquear su apetito global y su objetivo (logrado) de ser el magnate central del mercado anglosajón. En septiembre de 1998, hace casi dos décadas, la revista norteamericana Mother Jones dictaminaba que “en una industria que genera más poder que dinero, tal vez nadie controla tanto poder como Murdoch, algo fundamentalmente temible en sí mismo”.

Ver el resto del artículo en http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/678-murdoch-medios-barbarie-y-libertad/

Editorial: ¿Se equivocó la sociedad?

por Consejo de redacción

Después de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias del 14 de agosto, cabe reflexionar no a partir de hipótesis y especulaciones, sino sobre la base de una evidencia incontrastable: la sociedad ha optado mayoritariamente por este gobierno.

Ante los resultados, lo primero no es tratar de determinar el acierto o error de tal decisión. Porque este juicio sólo puede derivar de una adecuada comprensión de las razones que impulsaron a votar de ese modo.

En este sentido, y comenzando por las causales más inmediatas, podría decirse que en esta votación ha pesado el nivel de consumo de clases medias y altas, sumada a la sensación de protección que brinda a los más pobres la ayuda social. En un contexto mundial convulsionado, nuestro país presenta un panorama de relativa estabilidad, sin aparentes riesgos de crisis en el futuro inmediato.

Pero los motivos no son sólo coyunturales. Como señalaron recientemente algunos analistas, la mayoría de los argentinos está de acuerdo con las líneas maestras del modelo: estímulo al consumo, mayor intervención del Estado, no represión de la protesta social, la política de subsidios, juicio a los represores.

En un tercer nivel, más profundo, estos pilares de la política gubernamental están respaldados por una construcción ideológica que le da al actual gobierno una identidad fuerte. El kirchnerismo parece haber ganado una batalla cultural.

En contraste con esto, la oposición carece de una identidad definida y aparece fragmentada y desdibujada. Una de las razones de ello es que el discurso crítico no es suficiente cuando carece de una propuesta clara en cuanto al rumbo político, y una dirigencia que pueda ser percibida como idónea y confiable para llevarla a la práctica.

Teniendo en cuenta esto último, se entiende que la percepción de la corrupción, el desorden, el despilfarro, la mentira y el abuso institucional no hayan pesado significativamente en el momento del voto. No se trata de insensibilidad moral, sino del hecho crudo de que el catalizador adecuado para que estos factores adquieran verdadera relevancia todavía no ha aparecido en el horizonte político nacional.

Las elecciones primarias, si bien por su naturaleza no expresan necesariamente la voluntad última de los votantes, sí manifiestan una clara opinión, en este caso abrumadoramente mayoritaria a favor de Cristina Fernández de Kirchner, que tendrá que ser convalidada en las elecciones de octubre.

Por lo tanto, la atención de la ciudadanía deberá centrarse tanto en la figura presidencial como en la composición del Congreso, opciones varias que podrán ejercerse con el corte de boletas. Es clave la construcción republicana de una herramienta de control como debe ser el Poder Legislativo, sobre todo cuando parece desplegarse un escenario de partido único.

jueves, 18 de agosto de 2011

La paradoja de la polarización

por Castillo Marín, Ángel

Una de las paradojas argentinas consiste en que la polarización que se observa en la estructura social no se repite en la estructura de la división de partidos políticos. La Argentina es un país de divisiones. Ortega y Gasset intuyó la existencia de una oscura compulsión que impedía a España integrarse como nación, muy semejante a la que existe actualmente en nuestro país, y la denominó particularismo. Pocos años después esa compulsión se convirtió en acción directa, causando un millón de muertos. El destino vital de una nación depende, en definitiva, de la capacidad de incorporar creativamente a todos sus miembros. Consiste, sencillamente, en un proceso de integración. Pero, como ocurre en los ecosistemas y en los cuentos de Borges, la mutación no nace nunca en el centro sino en los bordes, la vitalidad está en las orillas.

Cuando los integrantes de un organismo social o biológico no se abren… se extinguen. Y con ellos tiende también a desaparecer el sistema que los cobija. La compulsión disociativa actual de nuestro sistema socio-político va en esta dirección. Con las únicas excepciones de las mesas de enlace agropecuaria, de ex ministros de energía y religiosas al nivel ecuménico. La Argentina necesita ser conducida por dos grandes coaliciones partidarias, que se alternen entre el Gobierno y la oposición, complementando sus atributos a través del tiempo. Un sistema político bipolar que elimine la incertidumbre, haciendo previsible el futuro de la nación.

En todo sistema, el nivel de claridad y eficiencia es inversamente proporcional al número de los factores que lo integran. En política, la fragmentación en partidos, corrientes o movimientos suele incrementar la confusión y complicar las decisiones, aún más que la proliferación de candidatos. Los sistemas bipartidarios vigentes en el mundo demuestran que en ellos la población se unifica de acuerdo con ideales, principios y programas de largo plazo. Cuando las opciones electorales son solamente dos, los ciudadanos pueden conocer mejor las propuestas, y saber lo que posiblemente les espera después de elegir.

Por el contrario, en sistemas multipartidarios como el nuestro, la política se convierte en un juego de azar, donde la proliferación de programas, candidatos y fórmulas oscurecen la visión del ciudadano, impidiéndole elegir racionalmente a sus candidatos.

La rutina de la alternancia, que se observa en las naciones avanzadas, es también un factor que explica el nivel de desarrollo y de coherencia política alcanzados en los últimos años por nuestros vecinos: Brasil, Chile y Uruguay. Immanuel Kant demostró que la descomposición del todo en sus partes puede facilitar el conocimiento, pero no añade nada nuevo al saber. Un sistema político plagado de partidos y candidatos, dependientes de la dudosa probabilidad de las encuestas, no preanuncia gobiernos confiables.

Sabemos, por experiencia, que la desintegración de las fuerzas políticas determina un fenómeno contrapuesto de disgregación y al mismo tiempo de concentración del poder, que condiciona la independencia de las instituciones. A pesar de ello nuestros dirigentes continúan fragmentándose en forma irracional, dentro y fuera de sus partidos.

Cuando alguna institución, como sucedió recientemente en la Comisión de Justicia y Paz del Episcopado, intenta promover el consenso entre el sistema político y la sociedad civil para centrar la prioridad sobre un tema tan crucial como la pobreza, la iniciativa es de inmediato rechazada, o queda “en suspenso”.

La tarea esencial del Estado y de los líderes sociales consiste en encontrar síntesis que aglutinen lo heterogéneo, en función de principios y valores compartidos, transcendiendo las diferencias e intereses individuales.

Artículo completo en http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/la-paradoja-de-la-polarizacion/

El autor es politólogo y profesor en la Universidad del Salvador.

sábado, 6 de agosto de 2011

Editorial: La ausente ejemplaridad

por Consejo de redacción

El sujeto de la vida social no es el Estado sino la sociedad, con su pluralidad de intereses y su libertad. Una mejor articulación entre sociedad civil y Estado podría ayudar a mejorar a este último.Al observar el comportamiento de la sociedad, es decir, de los actores que operan en la comunidad fuera de las estructuras de gobierno (empresarios, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, etcétera) se advierte una relativamente amplia “federalización” de expresiones sociales, económicas y políticas. De esta manera se resiste la pretensión del gobierno central de concentrar las decisiones en pocas manos, negando precisamente el carácter federal de nuestra organización política y constitucional.

Por otro lado, el desarrollo de nuestra cultura, diversificado y de gran riqueza, se opone a la pretensión de sectores muy ideologizados de amaestrarla, domarla, convertirla a un discurso único. Además, específicamente en el ámbito del tercer sector, la extraordinaria difusión del voluntariado, quizá una de las virtudes más sobresalientes de nuestro tiempo, contradice la preocupante propagación, no menos notoria, de la corrupción. Y se podrían citar ejemplos: Madres del dolor, la entidad que brinda servicios de asistencia y contención integral a víctimas y familiares de hechos de violencia; Luchemos por la vida, asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la prevención de accidentes de tránsito; Red Solidaria, liderada por Juan Carr; Cáritas Argentina, etcétera.

Para no caer en la fácil trampa de oponer sociedad civil y clase política sin más análisis, conviene recordar que aquélla no es la suma de virtudes, opuesta por naturaleza a las reglas del ámbito político. Los campos de la pobreza, los derechos humanos, el medio ambiente, la salud sexual y reproductiva, son ámbitos donde, a través de las organizaciones antes citadas, se puede incidir en las políticas públicas, responsabilidad del gobierno, sin pretender sustituirlo. En otras palabras, nuestra sociedad es mucho más rica, heterogénea, dinámica, voluntariosa, responsable y dotada de valores de lo que ven muchos que la interpretan y, más aún, muchos que la representan.

Pero no bastan reacciones espasmódicas para suplir la ausencia de políticas de Estado, que suponen medidas estructurales. Por eso el tercer sector, las empresas, los sindicatos y demás actores de la sociedad deben procurar una más estrecha articulación con los organismos y poderes del Estado. Hay motivos de reclamo y sobreabundan las protestas, pero más difícil es plantear propuestas inteligentes que las encaucen, y que éstas sean atendidas adecuadamente por el poder político.

Acaso el defecto mayor de la sociedad civil es no encontrar su conexión con la política, único ámbito desde donde pueden ejecutarse las grandes transformaciones.

Artículo completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/editorial-la-ausente-ejemplaridad/


La honestidad política, un valor determinante

Por Prins, Arturo

Sería razonable que nuestros políticos situaran el valor de la honestidad por encima de la astucia, valor supremo en la Argentina, según Borges.Un periodista del diario La Tribune de Genève preguntó a Borges por qué había decidido vivir sus últimos días en Suiza. Respondió que deseaba que sus restos descansaran en tierra suiza, donde la honestidad era el valor más alto de la vida, y no en suelo argentino, donde el valor supremo era la astucia.

Profundo conocedor de la identidad argentina, sus palabras hoy resuenan en nuestra memoria atraídas por la realidad política. Si la astucia es la habilidad para engañar y lograr artificiosamente un fin, sus consecuencias son graves cuando se la practica en este terreno. De allí que los actos de quienes gobiernan o aspiran a hacerlo, deben reflejar no sólo responsabilidad sino también verdad pues repercuten en toda la sociedad. Coincidimos con Borges: utilizamos con frecuencia procedimientos engañosos que por habituales pasan inadvertidos. Y si alguien los enfrenta o señala su inconveniencia puede ser considerado, en el mejor de los casos, un ingenuo.

La presidenta Cristina Kirchner, en su discurso del 9 de julio último en Tucumán, dijo que por primera vez los argentinos elegiremos a los candidatos en primarias abiertas, obligatorias y simultáneas el 14 de agosto, y exhortó a votar ese día “para que de aquí en más no elijan las burocracias”. El engaño de su exhortación consiste en que los candidatos más importantes ya fueron elegidos por la “burocracia” de la que ella formó parte. Ningún partido nominó candidaturas a través de internas democráticas o elecciones primarias. La intención del Gobierno cuando impulsó la ley de primarias fue otra, según explicamos anteriormente (CRITERIO Nº 2369, pág.11).

En una democracia normal, las elecciones primarias se diferencian de las generales. En nuestro caso, el acto del 14 de agosto tiene la característica de una primera vuelta, por su obligatoriedad (según la ley argentina) y porque generará alianzas para enfrentar en octubre a su ganador. La elección de octubre será entonces una segunda vuelta con el insólito agregado de que podría abrirse a una tercera.

Otra astucia política fue la acordada por el entonces presidente Carlos Menem y el titular de la UCR, Raúl Alfonsín, en el Pacto de Olivos (1994). Menem sugirió un sistema electoral que le permitiera fácilmente la reelección. Alfonsín suscribió la mañosa idea y la Argentina tiene así un inédito ballottage que puede consagrar presidente de la Nación en primera vuelta a quien no obtenga más del 50% de los votos. Nuestro ballottage –a diferencia de otras democracias– declara presidente a quien logra más del 45% de los votos. El artificio, incorporado a la Constitución, es un contrasentido que aún perdura.

Otro artificio son las efímeras alianzas de cada ciclo electoral. En 2009 –quizás pocos lo recuerden–, se constituyó el Acuerdo Cívico Social con Elisa Carrió, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner, hoy candidatos presidenciales enfrentados entre sí. El Peronismo Federal o disidente reunía hace unos meses a Eduardo Duhalde y a Alberto Rodríguez Saá; ahora confrontan sus aspiraciones. Francisco de Narváez, candidato a gobernador de Buenos Aires por ese mismo partido, comparte ahora el espacio político con la UCR. La ambivalencia creó una dificultad a los estrategas de su campaña: cómo atraer el voto peronista con una boleta encabezada por el sello radical, con Ricardo Alfonsín candidato a presidente.

Los ejemplos abundan y llevan a pensar que la honestidad, como valor determinante en la consideración y seriedad de un país, necesita ser tenida en cuenta, como observaba Borges en su destino final.

“Indignación” y realidad, ¿son compatibles?

por Mendiola, Luis

A menos que alguien ceda, difícilmente se logren conciliar los reclamos de los “indignados” y quienes detentan el poder y los medios para darles solución.Los “indignados”, que ocuparon la atención pública en España –Puerta del Sol en Madrid, Plaza de Cataluña en Barcelona– y en otros países de Europa se retiraron de esos emblemáticos lugares. En Barcelona, el 15 de mayo practicaron lo que aquí llamamos un “escrache” frente al Parlamento catalán. ¿Qué quedará de esa experiencia? Las manifestaciones juveniles en plazas y lugares públicos despiertan la fantasía, las esperanzas y los proyectos de los que están presentes y de los que se unen a través de los medios. Hacen historia, como la Tahrir, en El Cairo. Y aun fracasando, como en Tienanmen.

Pero ¿qué será ahora de las plazas españolas? La Unión Europea enfrenta dilemas muy graves en España, Irlanda, Portugal y Grecia. Cada caso es diverso, pero los acomuna el hecho de que sus sociedades y gobiernos tienen problemas que no pueden resolver por sí solos. Comparten el endeudamiento externo e interno, el desempleo estructural –en especial, de la juventud–, la disconformidad de la sociedad ante un futuro desalentador, la perplejidad de los gobiernos y las exigencias perentorias de los actores externos. El choque de voluntades entre quienes pretenden soluciones inmediatas y absolutas –los manifestantes– y quienes exigen disciplina, sacrificios, corrección de conductas –los encargados de aportar los medios– es frontal y no ofrece posibilidad de consenso. Si las conducciones políticas de esos países pretenden una salida, tendrá un alto costo. En elecciones que sucedieron a disturbios y crisis triunfaron los proyectos contrarios –de derecha– a las pretensiones de la plaza.

Es una espiral negativa, sin aparente solución. A menos que alguien ceda –y no es difícil deducir quién deberá hacerlo–, no es predecible la ruptura de la unidad monetaria europea. Es más plausible un futuro de ajustes estructurales. Si las sociedades de Europa oriental lograron cambios mucho más profundos –salir de una economía socialista– y hoy se encuentran en mejor situación, significa que es posible.

El caso de los “indignados” es distinto. La protesta fue disciplinada e ingeniosa. Intentaron consensos entre ideologías contrarias, manifestaron malestar contra la clase política, pretenden una revolución ética y una reforma electoral que permita mayor expresión. Apelan a derechos básicos como la vivienda, luego del desastre inmobiliario español; claman por abolir leyes injustas y discriminatorias, ligadas a una reforma fiscal radical y a suprimir privilegios de clase, en especial, de la política. Coinciden con otras protestas contra el FMI, pero agregan el rechazo a la Banca Central Europea.

Pero este reclamo es irreal: la BCE no puede ser evitada, es un pilar esencial del sistema monetario común. Y salir del euro es una fantasía. Los “indignados” suman reclamos con historia antigua: la “desvinculación” de la Iglesia y el Estado, más regulaciones laborales, el cierre de las centrales nucleares (en España hay ocho), la oposición a las privatizaciones, la “real” separación de los poderes, el cierre de las fábricas de armamentos, la reducción del gasto militar y la transparencia en el uso de los fondos de los partidos políticos. Otros reclamos se refieren a la expropiación de viviendas no usadas, la reducción del tiempo de trabajo, la jubilación a los 65 años, el control de las entidades bancarias. Se aspira a una democracia más participativa a través de los referendums y a la existencia de un poder judicial independiente. Pero el reclamo real, profundo, de la “indignación”, se sintetiza en la crítica a la deserción de la clase política. Si al menos este aspecto fuera escuchado, ya sería un triunfo.

lunes, 11 de julio de 2011

Los mártires de Argelia en el cine

por Silveyra, Jesús María

Han pasado ya casi quince años desde que, junto al padre Bernardo Olivera, en aquel momento abad general de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (más conocidos como “trapenses”), escribimos sobre los siete monjes asesinados en Argelia el 21 de mayo de 1996. Lo recuerdo como si fuera hoy. Finalizaba una de sus charlas durante un encuentro del Movimiento de espiritualidad “Soledad Mariana” (fundado por él en la Argentina). Nos había relatado lo acontecido en el monasterio Nuestra Señora de Atlas, a donde había tenido que viajar al enterarse del anuncio de la muerte de los monjes. Al llegar le confirmaron la noticia y le hicieron saber que habían aparecido unos despojos. Dos días más tarde supo que se trataba sólo de las cabezas y que se ignoraba el destino de los cuerpos. Tuvo que participar luego en el reconocimiento de los restos, misa de exequias y entierro en el cementerio del monasterio. Inmediatamente, le sugerí que debíamos escribir sobre el tema y darlo a conocer. ¿Por qué? Era importante que la gente supiera de la existencia de mártires cristianos en el siglo XX. Ya no se trataba de personajes casi imaginarios devorados por leones en el circo romano, sino de hombres de carne y hueso, asesinados por su fidelidad a Cristo, al Evangelio, a su compromiso monástico y a una comunidad islámica con la cual convivían y trabajaban en paz.

Dom Bernardo, por un instante, dudó si podría interesarle el tema al público en general, pero al cabo de unas semanas me escribió desde Roma proponiéndome relatar una crónica, basándonos en los escritos de los monjes de aquel perdido monasterio en las colinas de los montes Atlas, sobre todo el “testamento” del padre Christian de Chergé y el diario de Christophe. Hoy, cuando tomo conciencia de que la historia no sólo fue relatada en varios libros que aparecieron posteriormente en Europa, sino que fue llevada al cine con un éxito inusitado en Francia, a través de la película De dioses y de hombres (llegando a obtener el segundo premio en el Festival de Cannes), me doy cuenta de que no nos equivocamos. Es que hoy en día, más que dar cátedra, hay que dar testimonio; más que decir, hay que obrar, sobre todo en temas ligados a la trascendencia espiritual. De lo contrario, nadie se conmueve ni se mueve, porque vivimos en un mundo secularizado y en extremo escéptico y racional, principalmente en Occidente. De allí que el “testamento” de Christian de Chergé (prior del monasterio) haya conmovido a tanta gente, puesto que tres años antes de su muerte, en un pequeño escrito, prefiguraba su martirio mostrándose dispuesto a “dar” la vida y a “perdonar” a su posible asesino del futuro. Y lo encabezaba con una frase por demás profética: “Cuando un A-Dios se vislumbra…”. Frase que mezclaba despedida con encuentro, un ver el final que sería para el alma que espera, el principio. Me ocurrió algo parecido al ver la película, conociendo el final, pero esperando meditar el desarrollo desde el comienzo. Y no salí defraudado, porque ver este testimonio llevado al cine fue como una gota de agua fresca cayendo en el desierto apagado de un mundo al que le cuesta nombrar a Dios, como una pizca de sal sobre la masa insulsa del espectáculo acostumbrado. Se destaca no sólo al mostrar pinceladas de la vida sencilla de los trapenses en la meditación, el silencio, el trabajo y la oración, sino al bosquejar la forma de vivir en clave de comunidad monástica y la toma de decisiones tan trascendentales donde puede estar en juego hasta la propia vida.

Artículo completo en:
http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/los-martires-de-argelia-en-el-cine/

martes, 5 de julio de 2011

Jubilación, empresas y decretos de necesidad y urgencia

por Botana, Diego

Por qué el Gobierno apostó a reestatizar los fondos de jubilaciones y pensiones y a obligar a las empresas a distribuir dividendos.Sorprendió Cristina Fernández de Kirchner al mundo empresario con el dictado del decreto de necesidad y urgencia N° 441/11, otorgando al Gobierno mayor poder a la hora de designar directores en empresas en las que participa el Estado. Y si bien cuando este comentario llegue a manos de nuestros lectores, la dinámica “líquida” de la política local hará que la noticia ya no lo sea tanto, vale la pena detenerse en algunos aspectos de este nuevo capítulo del “modelo” que la Presidenta llama a defender y cuidar.

La crónica

El origen de la cuestión parte de la reestatización de los fondos de jubilaciones y pensiones ocurrida en las postrimerías de 2008. En el principio (la frase bíblica aplica, en razón de nuestra inveterada costumbre fundacional), cuando la política de Carlos Menem indicaba la necesidad de que la administración privada sea la encargada de garantizar el derecho a la jubilación previsto en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional, se crearon las denominadas AFJP con el encargo de administrar los fondos de los aportantes, con una particularidad: cada individuo contaría con una “cuenta individual”, cuyo producido garantizaría su retiro a partir de la edad legal.

Se enunciaba en 1993 que los fondos de los trabajadores activos serían invertidos en obras de infraestructura y en el desarrollo de un vigoroso mercado de capitales. Chile, con sus AFP, era el modelo a seguir. No obstante, el diablo metió la cola. En sus 15 años de vida, las AFJP no lograron posicionarse frente a sus clientes como las protectoras de sus ahorros. Las razones son múltiples. Sin ánimo de buscar culpables, quizá podamos identificar algunas. En primer lugar, la sensación de que el cobro de las comisiones reducía el monto de los aportes acumulados, y no agregaba valor. En segundo lugar –y ya no era una sensación– la certeza de que parte importante de las inversiones de fondos se dirigía a la adquisición de deuda pública (bonos del Estado). El cénit de esta evidencia se dio en 2001, cuando el Gobierno de la Alianza obligó a las AFJP a suscribir bonos en un intento por solucionar los problemas de déficit fiscal que lo agobiaban. La situación no cambió demasiado luego de la crisis de 2001. En suma: ¿para qué pagar una comisión a una administradora de fondos privada cuyo riesgo crediticio más grande era el Estado nacional? El oficialismo, aprovechando la sensación, avanzó con la reestatización de las jubilaciones. Esta muy breve y simplificada crónica, a la que le faltan muchos matices, nos permite contextualizar el dictado del decreto de necesidad y urgencia N° 441/11. Como consecuencia de la reestatización de los fondos de jubilación, el Estado nacional –representado por la ANSES– se encontró con acciones emitidas por sociedades anónimas que cotizan parte de su capital en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, y que habían sido adquiridas por las AFJP. La Ley de 2008 mantuvo una limitación que tenían las AFJP: con independencia del capital que efectivamente manejaran, los derechos políticos nunca podrían exceder el 5%. Cuando las AFJP vivían, la cuestión era abstracta, ya que había unas 8 o 10 administradoras cuya participación relativa en las empresas era menor, y no tenían ninguna voluntad (es más, la ley establecía lo contrario) de ejercer algún derecho de administración y/o control en las empresas. Se suponía que las normas de la Comisión Nacional de Valores eran suficientes para preservar los intereses de los jubilados. Tales normas están hoy vigentes.

Ver el artículo completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/jubilacion-empresas-y-decretos-de-necesidad-y-urgencia/

“Te quedaste en el ‘45”

por Prins, Arturo

En el enfrentamiento de Beatriz Sarlo con los panelistas del programa 6,7,8, uno de sus interlocutores le dijo “Volvé al peronismo”. Sarlo respondió: “¡Ni loca!”. Como insistía, al finalizar el programa dijo: “Te quedaste en el ‘45”. Jorge Fernández Díaz comentó en La Nación que su presencia fue un desafío a la vieja política y echó luz sobre la ausencia de líderes opositores con coraje, integridad y convicción. Elisa Carrió, en la campaña de 2009, decía: “Tenemos que dar un salto histórico como el de 1945. Los peronistas me tienen que ayudar, sin ellos no hay salto ni cambio”. Convencida de que no podía ganar sin la “pata peronista”, daba la bienvenida a dirigentes justicialistas que, junto a otros, conformaban la Coalición Cívica. A diferencia de Sarlo, Carrió involucionaba a la vieja política. En la campaña actual dice: “Ser progresista no es gobernar mirando el pasado”. Y calificó de “oportunistas y especuladores” a los que buscan lo que ella buscaba en 2009: el voto peronista.
Ricardo Alfonsín, en 2009, como segundo en la lista de candidatos a diputados por la Coalición Cívica bonaerense se enfrentaba a Francisco De Narváez, cabeza de lista de Unión Pro: “De Narváez –decía Alfonsín– es el nuevo menemismo. Él y Macri pertenecen a grupos económicos. No defenderán los intereses de sus votantes”. Hoy afirma –como Carrió en 2009– que sin el peronismo no gana la elección y acuerda con De Narváez. Carrió comparó este acuerdo con el Pacto de Olivos. Atrás quedó su “pata peronista”. En la presentación de De Narváez, Alfonsín exclamó: “¡Gracias, peronistas de Perón y de Evita!”. El retorno al ‘45 le costó su deseada alianza con el socialista Hermes Binner y lo obligó a buscar candidato a vicepresidente. El elegido fue Javier González Fraga –sin experiencia política ni parlamentaria–, expresión de la falta de integridad y convicción que reina en la UCR. El partido radical no tiene candidatos propios: apela a un empresario-peronista para lograr votos ajenos en el distrito más importante. Y apela a un empresario-economista, cercano a Duhalde, para completar nada menos que la fórmula presidencial.
De Narváez, además de votos en la provincia, deberá atraer a Macri si gana en la Capital, y González Fraga a Duhalde si perdiera la primera vuelta. Duhalde elogió la designación de González Fraga, junto a otros que indicaron que disipará el fantasma de la hiperinflación que amenaza a Alfonsín, por la crítica gestión de su padre. Muchos coincidieron en que habrá un “vocero autorizado” en materia económica, cercano a Roberto Lavagna, candidato a canciller o jefe de gabinete. ¿Qué será de un ministro de Economía diluido por el vicepresidente o el canciller, como ocurría con Néstor Kirchner?
Sin hombres ni votos, la UCR se despersonaliza. Como el propio Alfonsín, que saltó a los primeros planos por la muerte de su padre, al que busca parecerse: eligió las mismas fechas y lugares de la campaña de 1983 para sus apariciones, se despide con el mismo apretón de manos que acuñó su padre, gusta hacer anuncios en la oficina de su padre. Pronto recitará el preámbulo.
Binner, candidato presidencial, privilegia el marco común de las ideas a los acuerdos meramente electorales. Cuando le mostraron encuestas que revelaban el poco conocimiento del electorado sobre él, dijo: “No me preocupa; fue la perseverancia la que me permitió tener propuestas, diputados, senadores y, finalmente, gobernar Santa Fe; esta construcción se puede hacer en 2011 o en 2015”.
“Te quedaste en el ‘45” es toda una definición en el proceso electoral que sufrimos.

Semblante de un cierto progresismo

por Floria, Carlos


En la Francia de mediados del siglo pasado tenía lugar un arduo debate entre el llamado “integrismo” y el “modernismo”, enemigos irreconciliables y fraternos. Los hermanaba la necesidad que sentían para definirse por la mutua negación, para plantearse por una recíproca oposición, por una tendencia a la amalgama que los empujaba a rechazar a sus adversarios cristianos. El debate se desarrollaba entre los afiliados cristianos a dos movimientos que se exhibían como hermanos/enemigos, y del cual daban cuenta intelectuales impecables como Joseph Folliet, uno de los dirigentes de las entonces afamadas Semanas Sociales de Francia y director de la Chronique Sociale.


Con frecuencia los extremos de estos dos movimientos contrarios y similares se tocaban. A veces de tal manera que algunos exaltados pasaban casi sin transición de un punto a otro, como testimoniaron en ese tiempo Pierre Debray, Jean Cocteau y otros nombres relevantes con orígenes intelectuales y destinos diferentes. Emmanuel Mounier denominaba “aerolitos” a los protagonistas de veloces e impresionantes evoluciones.

Testigo de estos pases, a menudo arriesgados, Joseph Folliet emprendió la tarea de enjuiciar tales movimientos, inconveniente inevitable en la medida en que ni el progresismo ni el integrismo eran sistemas doctrinales, sino inclinaciones, tendencias. Al observarlas –comprobaba Folliet– no podía evitar un juicio. Debía precaverse contra el alegato, mientras trataba de sortear la requisitoria.

Para Folliet el término “progresismo” estaba revestido de un aura proclive a la polémica injusta, lo empleaban en un sentido preciso; el mismo en que lo utilizaban los comunistas, que sabían qué significaba entonces. Era progresista todo aquel que, impedido por razones personales de dar una adhesión oficial y total al Partido Comunista, no estaba por eso menos persuadido de la excelencia intrínseca y de la victoria inevitable del comunismo, de la URSS y del líder Stalin, a quien Simone de Beauvoir visitaba con alguna frecuencia y consideraba “un abuelito patriota” (según testimonio ante un periodista perplejo). El progresista se distinguía del simple “compañero de ruta”, cuya acción podía estar identificada con la del comunismo de manera pasajera. Era el compañero de ruta ideal, definitivo. Se diferenciaba del “cripto-comunista” en que sus afirmaciones de no-comunismo eran objetivamente sinceras.

Artículo completo en:
http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/semblante-de-un-cierto-progresismo/

viernes, 24 de junio de 2011

Consultor argentino vs. Premio Nobel de Economía

June 23, 2011, 1:20 pm

Paul Krugman

Don’t Cry For Argentina

OK, I guess I don’t quite see how Argentina’s default, of all examples, can be viewed as a cautionary tale for Greece.

Argentina suffered terribly from 1998 through 2001, as it tried to be orthodox and do the right thing. After it defaulted at the end of 2001, it went through a brief severe downturn, but soon began a rapid recovery that continued for a long time. Surely the Argentine example suggests that default is a great idea; the case against Greek default must be that this country is different (which, to be fair, is arguable).

I was really struck by the person who said that Argentina is no longer considered a serious country; shouldn’t that be a Serious country? And in Argentina, as elsewhere, being Serious was a disaster.

Esto es lo que opinó Paul Krugman,premio Nobel de Economía 2008, cuando supo que Jaime Abut, titular de una sociedad de Bolsa rosarina y vocal del consejo directivo de IDEA aseguró que “Defaultear no es gratuito. Hay que pagar las consecuencias, y hay que hacerlo por un largo tiempo. Argentina ya no es considerado un país serio”.


El gráfico figura en el artículo que puede encontrarse en el blog de Paul Krugman:
http://krugman.blogs.nytimes.com/2011/06/23/dont-cry-for-argentina/

jueves, 23 de junio de 2011

Cuidado con la inflación - Nº 2371 » Junio 2011

por Helbling, Carlos Conrado

Un recorrido por presidencias e inconvenientes económicos que no debemos repetir.Transcurría el año 1988. Mi amigo Arnaldo T. Musich había publicado en un prestigioso periódico en Buenos Aires un artículo titulado “El fracaso económico del presidente Alfonsín”. Ese día el presidente de la República había volado a Comodoro Rivadavia. En el avión leyó la nota. Al bajar, su fuerte temperamento lo indujo a exclamar a boca de jarro: “¡Musich es un terrorista ideológico!”. Varios, sin embargo, compartíamos la preocupación de Musich. Serví técnicamente al Estado bajo siete presidentes; estimo haber acumulado alguna experiencia.


----> Artículo completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/cuidado-con-la-inflacion/

La oposición también degrada la política No. 2371 - Junio 2011

por Prins, Arturo

La degradación política que se atribuye al gobierno tiene una asombrosa correspondencia en la oposición, que sólo acuerda para sumar votos y no por ideas o programas.En un comentario anterior (CRITERIO Nº 2369) dijimos que las elecciones internas del 14 de agosto y las preinternas de la UCR y el Peronismo Federal buscaban mostrar una fachada de democracia institucional que escondía otras intenciones. Así, los precandidatos presidenciales que quedaron en carrera y los que dejaron de serlo esquivaron procedimientos políticos democráticos y corrieron por atajos detrás de ambiciones personales.


----> Texto completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/la-oposicion-tambien-degrada-la-politica/