jueves, 23 de junio de 2011

La oposición también degrada la política No. 2371 - Junio 2011

por Prins, Arturo

La degradación política que se atribuye al gobierno tiene una asombrosa correspondencia en la oposición, que sólo acuerda para sumar votos y no por ideas o programas.En un comentario anterior (CRITERIO Nº 2369) dijimos que las elecciones internas del 14 de agosto y las preinternas de la UCR y el Peronismo Federal buscaban mostrar una fachada de democracia institucional que escondía otras intenciones. Así, los precandidatos presidenciales que quedaron en carrera y los que dejaron de serlo esquivaron procedimientos políticos democráticos y corrieron por atajos detrás de ambiciones personales.


----> Texto completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/la-oposicion-tambien-degrada-la-politica/

3 comentarios:

  1. Binner tiene experiencia de gestión y una indudable habilidad política, no encuentra ninguna ventaja en ser parte del rejunte. Además parece ser el único responsable, que piensa en la gobernabilidad que sabe imposible para políticos desgastados por sus propias peleas.

    Cuando se habla del “requisito democrático de la alternancia”, se olvida que eso requiere alternativas válidas, con propuestas capaces de movilizar a los electores. No alcanza con alianzas opositoras oportunistas.

    Si se menciona la “verticalidad” o el “autoritarismo” que supuestamente tendría el gobierno, se pasa por alto que hacen falta líderes y que no los hay en esta bolsa de gatos. Para llevar adelante proyectos políticos, para gobernar, es necesaria mucha capacidad de conducción, más unas buenas cucharadas de realismo, que no demuestra tener ningún opositor.

    Lo mismo pasa con el “consenso” y el “diálogo” tan reclamados, dejando de lado que se requieren participantes con ideas claras, capaces de comunicarlas y defenderlas con más energía que a las presidencias de comisiones legislativas, único logro del paquete.
    O sea que, a pesar de la cantidad de tinta derrochada en atribuir al gobierno la responsabilidad exclusiva de todos los vicios democráticos posibles, este artículo reconoce que la llamada oposición, “asombrosamente” ha caído en la degradación y no los une nada más que sus ansias de poder.

    La frase sin embargo es llamativa, casi parece decir que la degradación de la oposición “también” es culpa del gobierno: tiene “correspondencia”. ¡Como si las historias de estos personajes comenzaran recién ahora!

    De modo que el artículo más parece un reproche contra quienes no supieron concretar el sueño de armar “algo” que sirva para derrotar a la probable candidata del FPV, su único objetivo en realidad.

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  2. Artículos como este, que ahora se asombran porque la oposición tiene ansias de poder, chicanea y hace política con oportunismo, parecen ingenuos después de tantos otros que no ahorraron críticas al gobierno y nunca vieron nada malo en la oposición. Esto también es chicaneo en definitiva, que a mi me parece que Criterio no debiera hacer, por lo menos desde una posición de superioridad moral e intelectual que costaría muchísimo demostrar con argumentos e historia.

    La Argentina lleva demasiadas décadas de ataques directos contra la política y el Estado. Desde “Achicar el Estado es agrandar la Nación” hasta el lamentable “Todos los políticos son corruptos” que parece ignorar que financistas, empresarios, periodistas, sindicalistas, etc. etc. tienen núcleos duros de corrupción instalada, como si las presiones que realizan en defensa de sus intereses particulares no recurrieran muy a menudo a la mentira, el soborno, la evasión y la compra de conciencias.

    Se engaña a la gente cuando se pretende transformar la política en solo “gerenciar” o “gestionar”. Sin duda la gestión es un deber del gobierno, pero determinar que y como se gestiona es la obligación central de la política. No es una tarea puramente “técnica”, no se definen necesidades y prioridades sin un proyecto político que las sustente y eso excede largamente a un gestor. Los personajes de “afuera” de la política son peones de proyectos ajenos o, peor aún, políticos disfrazados de corderos. Desconfiemos.

    A mi me asombra que el nivel de adjetivación de muchos artículos y comentarios sea tan alto. Sin explicaciones se proclama que tenemos “la corrupción más alta de la historia”, se habla de “coacción” y “a-moralidad”, se tilda de “rehenes” a quienes cobran, por ventanilla en el banco y con solo su DNI, sin que intervenga ningún puntero, intendente, ministro o gobernador, la Asignación Universal por Hijo y su extensión a las embarazadas. No hay epíteto que se ahorre, nada alcanza con tal de denostar a este gobierno. En cambio, nada bueno se menciona. ¿Que diálogo o consenso puede establecerse sobre esta base?

    Muchos de quienes ahora están tan irritados vieron sin inmutarse los derroches de DNU del turco y del aburrido. No les preocupaba nada el comisario Nazareno ni se les ocurría molestarse porque los planes del cabezón fueran absolutamente clientelares. Pero ahora, basta con decir que este gobierno es “populista” (¿?) para que se indignen y todo esté mal. Y la corrupción de esos momentos tampoco causó una reacción tan visceral y llena de insultos desparramados sin siquiera el freno del buen gusto.

    Ahora los asesores de imagen preparan los “programas” que los candidatos van a recitar, muchos de ellos sin tener la más mínima intención de tomarlos en cuenta si llegaran al poder. Mejor miremos las historias de todos ellos, recordemos como estuvimos cuando algunos de estos gobernaron y pensemos con la cabeza libre de odios y prejuicios que nos conviene a la hora de votar. Y sobre todo, veamos que les conviene a quienes más necesitan al gobierno, que es nuestro deber moral.

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  3. La política - como la vida - no es idílica y nunca lo fue, en ningún país democrático, monárquico o soviético. La política es una necesidad para una nación, es el terreno donde se resuelven temas enormemente importantes, donde se juegan el presente y el futuro de sus habitantes, su bienestar e incluso su vida.

    La política no es el Estado ni el gobierno de turno, ambos son parte de la política tanto como los partidos opositores, agrupaciones, corporaciones y “aparatos” de todo tipo, formales e informales.

    La política arbitra el conflicto social, distribuye cargas y riquezas en medio de presiones de muy diferentes grupos de poder, cada uno con sus propios objetivos. Pero ella es la responsable del bien común, de balancear recursos y posibilidades buscando una justicia mejor. Insisto: toda la política, no solo el gobierno.

    Para poder cumplir con sus funciones, un político debe tener poder, si no lo tiene simplemente no puede y no sirve. Conseguir poder no es algo malo, es necesario, nosotros tampoco podemos si no tenemos poder. Los políticos luchan legítimamente por tener poder, como cualquiera en su vida diaria o laboral.

    Hacer política en serio significa tener un proyecto y pelear por él. Esto implica rivales y conflictos, generalmente con reglas de juego bastante flexibles que nadie quiere endurecer demasiado porque nunca se sabe cuando cambia el viento. Esto no quiere decir que vale todo, obviamente hay límites éticos y quién los cruza es el corrupto. Pero tampoco quiere decir que los límites son algo perfectamente definido ni mucho menos compartido por todos.

    La política no es estrictamente una ciencia, pero tampoco es para ignorantes o legos. Hay que tener claras las ideas, entender razones y motivaciones ajenas, pesar ventajas e inconvenientes de infinitas decisiones, tragar sapos todos los días y digerirlos con una sonrisa. Todos los actores de la política deben pasar por esto si realmente quieren llevar adelante su proyecto político. Algunos son perezosos o incapaces, otros son apasionados y dejan la vida en la pelea.

    Si se elije el camino de la política y realmente se quiere mejorar la vida de un país, disminuir el sufrimiento y la injusticia, hay que empezar por comprender que hay que trabajar mucho y muy duro. Sobrarán malos ratos y críticos que cómodamente sentados frente al televisor opinen que “arreglar el país” es tan, pero tan sencillo, que si no fuera porque “todos (ellos) son unos corruptos” viviríamos en el paraíso. Eso sí: que lo hagan con la plata de otros.

    El chicaneo es casi la regla de juego que todos aceptan, con más o menos humor según les vaya bien o mal. En el terreno de las negociaciones, todo es susceptible de interpretación y adaptación, con tal de sumar apoyos y tratar que el rival no lo logre. Y esto se reparte por igual en toda la política y en el mundo entero, desde siempre. Realmente vale la pena ver las maniobras de republicanos, demócratas, corporaciones y lobbystas en EEUU. O, hablando de corrupción y límites, leer las mentiras de sus presidentes publicadas recientemente, que costaron millones de vidas en guerras crueles impulsadas por intereses viles.

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