jueves, 23 de junio de 2011

Cuidado con la inflación - Nº 2371 » Junio 2011

por Helbling, Carlos Conrado

Un recorrido por presidencias e inconvenientes económicos que no debemos repetir.Transcurría el año 1988. Mi amigo Arnaldo T. Musich había publicado en un prestigioso periódico en Buenos Aires un artículo titulado “El fracaso económico del presidente Alfonsín”. Ese día el presidente de la República había volado a Comodoro Rivadavia. En el avión leyó la nota. Al bajar, su fuerte temperamento lo indujo a exclamar a boca de jarro: “¡Musich es un terrorista ideológico!”. Varios, sin embargo, compartíamos la preocupación de Musich. Serví técnicamente al Estado bajo siete presidentes; estimo haber acumulado alguna experiencia.


----> Artículo completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/cuidado-con-la-inflacion/

3 comentarios:

  1. José Petrosino dice:

    A mi modo de ver las prevenciones del Sr. Helbling son razonables, la inflación obviamente no es buena, pero no es la única variable a cuidar de la macroeconomía, por ejemplo clave (y con una gran carga de sacrificio humano) también está la desocupación para preocuparse.

    Ahora bien hay “inflaciones” e “inflaciones”.
    Esta “inflación” que estamos soportando ahora, mayormente originada en el aumento de precios “en la comida” es (por ahora al menos) de las del tipo del “entre 1,5 a 2, 5 % mensual”.
    Que fue la que con altibajos tuvimos desde 1955 a 1975(y podríamos extender el período hasta 1946).

    Con el Rodrigazo (junio de 1975), pasamos a una inflación del tipo de la del 10% mensual, que también con altibajos se extendió hasta la hiperinflación (+ del 50 % mensual) de Alfonsin.
    Es decir que con una “inflación” parecida a la de ahora el sistema económico convivió por casi 3 décadas y a principios de los ‘70, esta había bajado y se había estabilizado en alrededor del 1 % mensual (o menos) y la “economía” funcionaba bastante bien (óptima si la comparamos con las últimas décadas).

    Ergo, es para tenerla en cuenta pero no es tan grave todavía.

    Helbling lo menciona a Keynes y a la mentada (y usada mal) que se llama: “solución keynesiana”, esto es el abuso de la maquinita de imprimir moneda.

    Esta “solución” lo fue realmente en el contexto de la crisis económica de desocupación que se produjo en USA luego que se pinchara la burbuja especulativa de Wall Street en 1929, y el gobierno yanki de entonces (Hoover) aplicara las recetas ortodoxas, que fue dejar que cayeran los bancos y las empresas, esperando que naturalmente la economía volviera al cause normal por medios de las “leyes del mercado”.

    Fue el más grande cataclismo económico que conoció USA y el mundo, tal vez en toda su historia. Y ahí apareció el inglés pragmático Keynes y Roosevelt, que recién asumido, heredaba esa terrible situación social. En 1933, abandonaron “el patrón oro” (cualquier similitud con lo que pasó en casa a principios de 2002, no es pura coincidencia) “quemaron” los libros de economía y pusieron en marcha a full la maquinita de imprimir dólares y lograron frenar la caída y llevar la desocupación a índices razonables.

    La “2da. guerra mundial”, paradójicamente (porque debería haber tenido un efecto negativo en la economía de acuerdo a los conceptos clásicos) terminó de sacar a USA de la recesión y la retornó al círculo virtuoso de la creación de riqueza.

    Moraleja: la macroeconomía está llena de paradojas aunque eso no quiere decir que si se persiste en hacer las cosas mal, al final no se va a pagar un precio.

    Yo creo que ahora, por suerte y algo que los “ortodoxos” como Helbling me parece que no tienen mucho en cuenta, es que el “mundo económico” ha cambiado y lo ha hecho en un sentido que nos favorece a los argentinos: el mentado “viento de cola”, que no es otra cosa que un cambio de los “términos de intercambio” que nos soluciona el principal cuello de botella que tuvo la Argentina desde 1930 y que provocó todas las crisis: la balanza de pagos, es decir ahora al gobierno los dólares les salen por las orejas y no saben que hacer con ellos, lo que hace que la llamada “fuga de capitales”, en otras épocas un problema irresoluble, sea ahora casi una bendición, ya que si no se verían en la necesidad de revaluar el peso, algo que sí, en pocos años nos llevaría a la ruina total como nos pasó ya con M. de Hoz y Menem/Cavallo.

    petro@s6.coopenet.com.ar

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  2. Muy interesante el comentario del Sr. José Petrosino, recordando el “programa de pleno empleo” llamado 2° Guerra Mundial y la importancia del desempleo con su terrible costo social.

    La inflación en Argentina está ligada directamente a las altísimas tasas de ganancia de las empresas oligopólicas en los mercados de consumo. Basta ver los balances publicados, no hace falta mucho más análisis.

    Estas pocas pero enormes empresas son las que deciden que, a quién y a que precio compran y también a que precio lo venden en sus góndolas, por eso se llaman “formadores de precios”.

    No son los productores sino estos intermediarios quienes se llevan la tajada del león del bolsillo de los argentinos. Y no hay leyes para ponerlos en caja porque hace siglos que cooptan gobiernos, instituciones y conciencias, imponiendo sus leyes mientas nos explican que “el mercado es la solución” y ellos sus sumos sacerdotes.

    Créase o no, ahora hay quien propone que la Argentina se endeude. Luego, nos dirán que es necesario ser “austeros” (o sea achicar las inversiones sociales y productivas) porque “no hay otra solución” para no quedarnos “fuera de los mercados” lo que nos impediría… ¡seguir endeudándonos!

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  3. El régimen de los rentistas
    Paul Krugman - New York Times, 10/06/2011

    Bob Kuttner ha escrito una excelente columna en The American Prospect sobre “política de la deuda”. Déjenme reflexionar un poquito sobre eso.

    Si se observan las exigencias de política económica que vienen de la derecha a la vista del presente desplome, diríase que parecen notablemente insensibles al hecho de que, precisamente, nos hallamos en una situación de desplome económico.

    Al comienzo, algunos conservadores urgían al uso de políticas monetarias, no fiscales, para estimular la economía (y teníamos a los que, como Greg Mankiw y Ken Rogoff, reclamaban un período de inflación por encima de lo normal. Pero pronto fueron acallados, y lo que la derecha exige ahora no es sólo austeridad fiscal (aunque sin aumentar impuestos), sino también rigor monetario. Los monetaristas modernos, como Scott Sumner, se encuentran ahora sin cobijo político.

    ¿Qué es lo que explica esa oposición a cualquier medio concebible para mitigar el desastre? Yo puedo imaginar varias causas, pero Kuttner argumenta muy bien a favor de esta explicación: todo lo que estamos viendo sólo tiene sentido, si la derecha política se ha convertido en la representante de los intereses de los rentistas, de los acreedores tenedores de títulos del pasado –bonos, préstamos, efectivo—, gentes que se hallan, esto es, en pugnaz contraste con quienes tratan de ganarse la vida produciendo cosas. La deflación es un infierno para los trabajadores y los propietarios de empresas productivas, pero es el cielo de los acreedores.

    No quiero decir con ello que estemos asistiendo a un ejercicio de cinismo; mi experiencia es que hay relativamente poca gente capaz de mantener conscientemente en secreto un estante de libros intelectuales y que predique el regreso neandertalense al patrón oro, porque eso favorece sus intereses, al tiempo que relee de noche a Keynes para saber qué está pasando realmente.

    No; yo creo que, en general, la gente termina por creer todo aquello que se compadece bien con sus intereses. Y tal vez ni siquiera eso: yo sospecho que hay un buen número de propietarios de pequeñas empresas que creen fielmente en las alertas de hiperinflación lanzadas por Glenn Beck en 2010, sin percatarse de que la intimidación de la Reserva Federal es precisamente lo que les ha mantenido a flote.

    De modo, pues, que pensar en lo que está sucediendo en términos de régimen dominado por unos rentistas que ven servidos sus intereses a expensas de la economía real ayuda mucho a entender la situación.

    Paul Krugman es profesor de economía de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008

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