martes, 5 de julio de 2011

Semblante de un cierto progresismo

por Floria, Carlos


En la Francia de mediados del siglo pasado tenía lugar un arduo debate entre el llamado “integrismo” y el “modernismo”, enemigos irreconciliables y fraternos. Los hermanaba la necesidad que sentían para definirse por la mutua negación, para plantearse por una recíproca oposición, por una tendencia a la amalgama que los empujaba a rechazar a sus adversarios cristianos. El debate se desarrollaba entre los afiliados cristianos a dos movimientos que se exhibían como hermanos/enemigos, y del cual daban cuenta intelectuales impecables como Joseph Folliet, uno de los dirigentes de las entonces afamadas Semanas Sociales de Francia y director de la Chronique Sociale.


Con frecuencia los extremos de estos dos movimientos contrarios y similares se tocaban. A veces de tal manera que algunos exaltados pasaban casi sin transición de un punto a otro, como testimoniaron en ese tiempo Pierre Debray, Jean Cocteau y otros nombres relevantes con orígenes intelectuales y destinos diferentes. Emmanuel Mounier denominaba “aerolitos” a los protagonistas de veloces e impresionantes evoluciones.

Testigo de estos pases, a menudo arriesgados, Joseph Folliet emprendió la tarea de enjuiciar tales movimientos, inconveniente inevitable en la medida en que ni el progresismo ni el integrismo eran sistemas doctrinales, sino inclinaciones, tendencias. Al observarlas –comprobaba Folliet– no podía evitar un juicio. Debía precaverse contra el alegato, mientras trataba de sortear la requisitoria.

Para Folliet el término “progresismo” estaba revestido de un aura proclive a la polémica injusta, lo empleaban en un sentido preciso; el mismo en que lo utilizaban los comunistas, que sabían qué significaba entonces. Era progresista todo aquel que, impedido por razones personales de dar una adhesión oficial y total al Partido Comunista, no estaba por eso menos persuadido de la excelencia intrínseca y de la victoria inevitable del comunismo, de la URSS y del líder Stalin, a quien Simone de Beauvoir visitaba con alguna frecuencia y consideraba “un abuelito patriota” (según testimonio ante un periodista perplejo). El progresista se distinguía del simple “compañero de ruta”, cuya acción podía estar identificada con la del comunismo de manera pasajera. Era el compañero de ruta ideal, definitivo. Se diferenciaba del “cripto-comunista” en que sus afirmaciones de no-comunismo eran objetivamente sinceras.

Artículo completo en:
http://www.revistacriterio.com.ar/politica-economia/semblante-de-un-cierto-progresismo/

4 comentarios:

  1. En términos políticos, llamamos “de derecha” a quienes están satisfechos con el entorno y consideran que la condición de ganadores o perdedores en este reparto es en definitiva una cuestión individual, de sus aptitudes personales, de su vocación de esforzarse y de su “actitud”, una palabra de moda.

    Más precisamente deberíamos llamarlos “conservadores”, porque básicamente creen que debe mantenerse todo como está en términos sociales, institucionales y de política y que quienes debemos adaptarnos, si algo no nos gusta, somos los ciudadanos. La posición conservadora es más individualista y lo social y solidario queda fuertemente relegado.

    Como en Argentina la clase media arbitra en buena medida los resultados electorales, la derecha busca sumar a los más satisfechos (o resignados) prometiéndoles que los librará de las responsabilidades sociales que limitarían sus posibilidades de desarrollo individual.

    Por eso, transmite un mensaje que les hace pensar que “esos vagos que no quieren trabajar” y los “inmigrantes descontrolados” son una carga pesada que no les corresponde soportar. Joseph Folliet, desde Chronique Sociale de France, se opuso a las posiciones racistas equivalentes de su época.

    Sin embargo, empujados por las encuestas, algunos de sus asesores de campaña no pueden dejar de usar la palabra “progresismo”, en referencia a que “quienes quieran y se esfuercen” podrán progresar si ellos ganan.

    También hay candidatos que predican un “progresismo izquierdista” que no puede tomarse en serio. En palabras del editorial, un fenómeno adolescente, pasional y visceral. Estos grupos dependen de un enemigo, sin el cual no podrían existir. Están mucho más enfocados a derrotar “al otro” candidato que a resolver problemas de la sociedad.

    Quienes proponen cambios para agregar equidad al tejido social enfrentan el mucho más difícil desafío de mostrarle a la clase media todo lo que el conjunto de la sociedad, ellos incluidos, gana de esta manera. En su discurso, “progresismo” implica atender necesidades individuales usando los recursos de la sociedad y enfatiza la necesidad de lograr una más justa redistribución de la riqueza.

    Juan Pablo II ha opinado puntualmente sobre este tema en su encíclica Centessimus annus, en 1991, pidiendo “abandonar una mentalidad que considera a los pobres – personas y pueblos – como un fardo, o como molestos e inoportunos, ávidos de consumir lo que los otros han producido”. Los pobres “exigen el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo creando así un mundo más justo y más próspero para todos”.

    Y en la misma encíclica resaltó que: “Es un deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las interrelaciones, a desarrollar sus aptitudes para poder valorar mejor sus capacidades y recursos.”

    Esta exigencia de justicia tan directa de Juan Pablo II es una clara expresión de nuestro deber evangélico.

    Por eso, a la hora de votar, deberíamos analizar con cuál de los discursos políticos se corresponde más este reclamo, si con el conservador individualista o con el que propone, muy concretamente, más equidad a través de una sociedad más solidaria y participativa.

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  2. Buscando en la web de Criterio “Asignación Universal” se obtiene UN SOLO ARTÍCULO del Sr. Carlos Luis Custer, de Septiembre de 2009, el mes ANTERIOR a la promulgación del Decreto 1602/2009 que establece la Asignación Universal por Hijo (AUH), donde en referencia a la desnutrición infantil, dice “Además de revitalizar las actuales políticas sociales, la asignación universal por hijo PONDRÍA a cubierto a todos los niños del país”.

    En ese mismo mes de Septiembre 2009, el Editorial “La pobreza en el umbral del Bicentenario” dice que “...se PODRÍA haber establecido la asistencia universal por hijo..”.

    Buscando la palabra “Embarazadas” el resultado más próximo en el tiempo es del año 2004.

    Es decir que EN NINGÚN ARTÍCULO desde la puesta en vigencia de la AUH el 1 de Noviembre de 2009, Criterio ha mencionado este tema relevante, no ha comentado sus alcances, beneficios y/o inconvenientes ni su impacto en distintas áreas (educación, salud, pobreza).

    TAMPOCO, a pesar de haber abierto un debate sobre el aborto, ha dicho NADA sobre la extensión de la asignación a las mujeres embarazadas, de indudable impacto en su incidencia.

    Verifiqué los resultados de la búsqueda con Google y la conclusión es terminante: La AUH NO EXISTE para Criterio, no tiene nada que ver con valores cristianos, con la pobreza, con la política ni con la sociedad, ni con el aborto.

    La revista, sus articulistas y editores no lo consideran tema de análisis ni de interés para sus lectores. Todos sus reclamos anteriores y posteriores a la AUH sobre la pobreza y la desnutrición ahí se quedan, en declamaciones e indignación contra el gobierno y nadie más. Sin contacto con la realidad social y política, alcanza con ignorar todo lo que no encaja con el modelo conservador y opositor que define la línea editorial.

    En buena medida, creo que sería aplicable la descripción que hace Folliet sobre los “progresistas” : “Confesamos, igualmente, que no tomamos en serio el progresismo de ciertos burgueses, que es únicamente conceptual y sin relación con su vida. Según las mejores tradiciones de su clase, éstos viven por partida doble o triple, bajo el régimen de compartimentos cerrados: una zona religiosa, una zona política de color progresista y una zona de actividad práctica en la que el dinero es dinero y los negocios son negocios”. Su progresismo no es más que un juego intelectual donde encuentran “una emoción de alta escuela”. Personajes no ya de comedia sino de novela burguesa. Fenómeno pasional, el progresismo es visceral y estuvo arraigado en una época.” Cambiemos “progresismo” por “cristianismo” y tendremos las cosas más claras.

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  3. Octavio Schindler dice:
    Martes 19 de Julio de 2011 a las 11:48 AM

    El Sr.Lafosse tiene una opinión muy distorsionada de lo que es la derecha y el conservadorismo, opinión lamentablemente muy en boga entre intelectuales de nuestro país.
    Nadie que no sea muy necio puede estar totalmente satisfecho con el entorno. Todo queremos mejorar. Desde luego que se puede mejorar, y mucho, pero también se puede empeorar, y muchísimo.
    El conservador ve con suma desconfianza a los denominados “progresistas”, que buscan utilizar las armas del Estado para que la sociedad mejore. Son, en definitiva, los fogoneros de las revoluciones.
    La historia nos demuestra que las revoluciones terminan en baños de sangre y provocan toda suerte de sufrimientos a la sociedad que los progresistas pretenden mejorar. Vgr.: revolución francesa, comunismos, Pol Pot, etc.
    Un conservador, cauto por naturaleza, es quien desconfía de los progresos obligatorios impulsados por burocracias estatales.

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  4. Supongo que Luis XVI creía exactamente lo mismo que el Sr. Schindler.

    Como dijo Paul Krugman recientemente en The American Prospect, “en general, la gente termina por creer todo aquello que se compadece bien con sus intereses.”

    Y en el mismo artículo opina “la derecha política se ha convertido en la representante de los intereses de los rentistas, de los acreedores tenedores de títulos del pasado –bonos, préstamos, efectivo—, gentes que se hallan en pugnaz contraste con quienes tratan de ganarse la vida produciendo cosas.”

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