lunes, 11 de julio de 2011

Los mártires de Argelia en el cine

por Silveyra, Jesús María

Han pasado ya casi quince años desde que, junto al padre Bernardo Olivera, en aquel momento abad general de la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (más conocidos como “trapenses”), escribimos sobre los siete monjes asesinados en Argelia el 21 de mayo de 1996. Lo recuerdo como si fuera hoy. Finalizaba una de sus charlas durante un encuentro del Movimiento de espiritualidad “Soledad Mariana” (fundado por él en la Argentina). Nos había relatado lo acontecido en el monasterio Nuestra Señora de Atlas, a donde había tenido que viajar al enterarse del anuncio de la muerte de los monjes. Al llegar le confirmaron la noticia y le hicieron saber que habían aparecido unos despojos. Dos días más tarde supo que se trataba sólo de las cabezas y que se ignoraba el destino de los cuerpos. Tuvo que participar luego en el reconocimiento de los restos, misa de exequias y entierro en el cementerio del monasterio. Inmediatamente, le sugerí que debíamos escribir sobre el tema y darlo a conocer. ¿Por qué? Era importante que la gente supiera de la existencia de mártires cristianos en el siglo XX. Ya no se trataba de personajes casi imaginarios devorados por leones en el circo romano, sino de hombres de carne y hueso, asesinados por su fidelidad a Cristo, al Evangelio, a su compromiso monástico y a una comunidad islámica con la cual convivían y trabajaban en paz.

Dom Bernardo, por un instante, dudó si podría interesarle el tema al público en general, pero al cabo de unas semanas me escribió desde Roma proponiéndome relatar una crónica, basándonos en los escritos de los monjes de aquel perdido monasterio en las colinas de los montes Atlas, sobre todo el “testamento” del padre Christian de Chergé y el diario de Christophe. Hoy, cuando tomo conciencia de que la historia no sólo fue relatada en varios libros que aparecieron posteriormente en Europa, sino que fue llevada al cine con un éxito inusitado en Francia, a través de la película De dioses y de hombres (llegando a obtener el segundo premio en el Festival de Cannes), me doy cuenta de que no nos equivocamos. Es que hoy en día, más que dar cátedra, hay que dar testimonio; más que decir, hay que obrar, sobre todo en temas ligados a la trascendencia espiritual. De lo contrario, nadie se conmueve ni se mueve, porque vivimos en un mundo secularizado y en extremo escéptico y racional, principalmente en Occidente. De allí que el “testamento” de Christian de Chergé (prior del monasterio) haya conmovido a tanta gente, puesto que tres años antes de su muerte, en un pequeño escrito, prefiguraba su martirio mostrándose dispuesto a “dar” la vida y a “perdonar” a su posible asesino del futuro. Y lo encabezaba con una frase por demás profética: “Cuando un A-Dios se vislumbra…”. Frase que mezclaba despedida con encuentro, un ver el final que sería para el alma que espera, el principio. Me ocurrió algo parecido al ver la película, conociendo el final, pero esperando meditar el desarrollo desde el comienzo. Y no salí defraudado, porque ver este testimonio llevado al cine fue como una gota de agua fresca cayendo en el desierto apagado de un mundo al que le cuesta nombrar a Dios, como una pizca de sal sobre la masa insulsa del espectáculo acostumbrado. Se destaca no sólo al mostrar pinceladas de la vida sencilla de los trapenses en la meditación, el silencio, el trabajo y la oración, sino al bosquejar la forma de vivir en clave de comunidad monástica y la toma de decisiones tan trascendentales donde puede estar en juego hasta la propia vida.

Artículo completo en:
http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/los-martires-de-argelia-en-el-cine/

7 comentarios:

  1. Todos los datos que he podido recoger, que la película confirma en buena medida, hablan del martirio de los monjes. Para la Iglesia, el martirio es morir por la fe, es el testimonio máximo que se puede dar de Jesús.

    Me pregunto porqué hoy día no son ya santos declarados los monjes mártires. No comprendo como no nos son presentados como ejemplos de vida.

    Necesitamos santos como ellos, que dieron su testimonio en la soledad y fueron olvidados, mucho más que santos exitosos y mediáticos. El éxito artístico y de público de esta película excelente, tan alejada de los patrones comerciales, debiera dar que pensar al Vaticano.

    Lo que sigue está tomado de la página Espiritualidad Cisterciense:
    http://wwwespiritualidadcisterciense.blogspot.com/2009/10/el-testamento-del-padre-christian-de.htm

    Sábado 10 de octubre de 2009
    El Testamento del Padre Christian de Tibherine.
    Como sabéis la noche del 26 al 27 de marzo de 1996 fueron secuestrados y luego asesinados los hermanos de la comunidad de Nuestra señora de Atlas, en Tibherine, Argelia. Todo el pueblo argelino estaba sufriendo en una especie de guerra civil entre el ejército y los islamistas radicales, los asesinatos de gran número de argelinos y de extranjeros hacían aconsejable abandonar el país.

    La Comunidad, cuyo superior era el P. Christian decidió compartir la suerte del pueblo de Argelia permaneciendo en su monasterio.
    Los monjes eran queridos por la gente, realizaban una labor social a través de un dispensario médico (uno de los hermanos era médico) y tenían una fuerte sensibilidad ecuménica, siendo el monasterio un lugar de reunión de los monjes con una tariqa sufí, con la que compartían oración y diálogo espiritual.

    El Amor al Islam y al pueblo argelino fue uno de las razones que les llevó a permanecer en el lugar. Como sabéis en la espiritualidad del amor al lugar es importante en Císter.

    Muchos consideraban que no era posible la convivencia de cristianos y de musulmanes, tildaban de "ingenuos" a los monjes. Sin embargo, la comunidad era un ejemplo de esa convivencia y amor mutuos.

    En su muerte rodeada de misterio, atribuida a los fundamentalistas del GIA, y ahora parece que debida al ejército argelino, se mezclaron diversos intereses políticos y propagandísticos de los que los monjes fueron víctimas inocentes, como tantos hombres y mujeres de Argelia.

    Francia, el gobierno argelino y los grupos fundamentalistas parecen tener responsabilidad en todo este asunto, que destapa la hipocresía de Occidente y la brutalidad fundamentalista.

    De todas formas, todo sigue rodeado de bastante misterio y de manipulaciones diversas para evitar que se aclare la cuestión que tendría consecuencias diplomáticas y de Estado, de probarse la culpabilidad del ejército argelino y de los servicios secretos franceses.

    Aquí os dejo el testamento de Christian, escrito un año antes, consciente de la posibilidad de morir asesinado.

    Quizá lo más destacado de estos hechos es el sentido comunitario de su muerte, es una comunidad que, vinculada al pueblo, es asesinada por fuerzas irracionales movidas por intereses políticos diversos.

    Y, sin embargo, su testimonio consigue vencer a sus enemigos denunciando al fundamentalismo y a los manejos de Occidente como igualmente enemigos del islam y del cristianismo, de la gente pobre y sencilla de ambos mundos, a la que intentan asustar para que se enfrente y no se una frente a sus verdaderos enemigos: los que viven centrados en el dinero, el poder, el prestigio a costa de lo que sea, y estos se encuentran en ambas frontera confesionales.

    La comunidad de Tibherine es un testimonio de que el amor vence siempre sobre el odio de quienes quieren que Occidente y el Islam se enfrenten para poder así seguir engañando y aprovechándose de la buena gente de ambos mundos.

    Sigue...

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  2. TESTAMENTO
    Cuando un A-Dios se vislumbra...

    Si me sucediera un día --y ese día podría ser hoy-- ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia, recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.

    Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.

    Que recen por mí.

    ¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?

    Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato.

    Mi vida no tiene más valor que otra vida.
    Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.

    He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente.

    Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.

    Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam. Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.

    Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas. Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.

    Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:"¡qué diga ahora lo que piensa de esto!" Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.

    Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a Sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

    Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente para este GOZO, contra y a pesar de todo.En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido!

    Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
    Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este "A-DIOS" en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea concedido rencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.

    ¡AMEN! ¡IM JALLAH!
    Argel, 1 de diciembre de 1993 Tibhirine, 1 de enero de 1994

    Christian.+

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  3. MATANZA DE LOS MONJES EN ARGELIA: SARKOZY DESENTIERRA UN ESCÁNDALO DE ESTADO DE LOS AÑOS DE CHIRAC.
    Diario ABC 11- 07- 2009
    JUAN PEDRO QUIÑONERO PARÍS


    La fe, esperanza y determinación de las familias de siete monjes cistercienses, asesinados en Argelia, está consiguiendo vencer tenebrosos misterios y secretos de Estado, enterrados durante trece años, culpando de la matanza a los Grupos Islámicos Armados (GIA) para “maquillar” un “error dramático” del Ejército argelino.
    La noche del 26 al 27 de marzo de 1996 fueron secuestrados siete monjes cistercienses, a unos 60 kilómetros de Argel. Unos confusos comunicados atribuidos al GIA pretendían la “liberación” inmediata de terroristas y presuntos terroristas encarcelados en Francia.
    Pocos días más tarde, se descubrieron las cabezas de los cuerpos degollados de los monjes cistercienses… Argel y París culparon al unísono al GIA, con quien el Ejército argelino sostenía, por aquellos años, una ensangrentada guerra civil que se cobró unos 100.000 muertos.
    Las familias de los mártires cistercienses y su jerarquía religiosa tuvieron sus dudas desde el primer día: nunca aparecieron los cuerpos de los monjes cistercienses. Durante una larga década, las familias de las víctimas pidieron la apertura de una instrucción judicial, para intentar esclarecer tan oscura matanza.
    El poder político supremo, en París, encarnado por el presidente Jacques Chirac, frenó y enterró políticamente el caso, hasta que, en 2004, las familias consiguieron que un juez pudiese indagar. Cinco años después, un testigo capital ha hecho declaraciones explosivas, ante el juez instructor.

    Explosivas declaraciones de un testigo
    Según el general jubilado François Buchwalter, consejero militar en la embajada de Francia en Argel, en 1996: los verdaderos asesinos habrían sido militares argelinos, que acribillaron a tiros, desde un helicóptero, a los siete monjes cistercienses.
    Según la versión del general Buchwalter, los monjes del monasterio de Tibérine, a unos sesenta kilómetros al norte de Argel, habrían sido víctimas de un ensangrentado “montaje” destinado a “convencer” a Occidente, en general, y Francia, en particular, de gravedad de la amenaza terrorista islámica…
    Según esa versión, los cistercienses habrían sido secuestrados con el fin de ser liberados “más tarde”. Pero dos helicópteros los habrían “confundido”, amordazados, “ocultos” en una gruta montañosa, y los habrían acribillado a tiros “por equivocación”. El general Buchwalter habría conseguido esa información del hermano del comandante de uno de los helicópteros que protagonizaron la matanza, antiguo compañero de armas en la escuela militar de Saint-Cyr.
    Filtradas a la prensa las declaraciones del general Buchwalter, el presidente Nicolas Sarkozy se apresuró a declarar: “Las relaciones entre Francia y Argelia no pueden fundarse en la mentira. Entre amigos, es necesario decirse la verdad. La justicia francesa tendrá acceso a todos los documentos clasificados hasta ahora como secretos de defensa”.
    Pidiendo que la justicia “haga toda la luz” sobre la matanza de los monjes cistercienses, el presidente Sarkozy corre el riesgo de un enfrentamiento diplomático con Argelia, y puede facilitar revelaciones sobre secretos de Estado del presidente Jacques Chirac.
    La prensa oficial y oficiosa ha reaccionado en Argel con mucha vehemencia, insistiendo en el riesgo de una crisis diplomática grave. En París, los hombres de Sarkozy insisten en que la matanza de los monjes fue “enterrada” por los hombres de Chirac, hace más de una década. Mientras que Chirac, su primer ministro de la época, Alain Juppé, y su ministro de asuntos exteriores, Hervé de Charette, callan o intentan “diluir” responsabilidades.
    Patrick Baudoin, uno de los abogados de los mártires cistercienses, víctimas de la razón de Estado argelina, “cubierta” por la razón de Estado francesa, denuncia la “hipocresía” de los gobernantes franceses, prestos a enterrar la matanza perpetrada “por error” por el Ejército argelino.

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  4. Graciela Moranchel dice:
    Miércoles 13 de Julio de 2011 a las 1:38 PM

    Excelente película desde todo punto de vista, que refleja acabadamente la historia real de estos monjes y su cruento martirio.
    El director y los actores han sabido transmitir en todo momento una serie de sentimientos humanos de lo más contrarios y complementarios: el temor a la muerte, el miedo al sufrimiento físico, las dudas, los cuestionamientos sobre la vocación, la debilidad humana, pero muchísimo más, han sabido mostrarnos cuál es la fuerza del amor que es “más fuerte que la muerte”.

    Me parece una gran película porque nos da la posibilidad de tomar contacto con las biografías de estos monjes santos que han dado su vida por amor a Cristo. En estos tiempos de discursos vacíos, los testimonios valen mucho más que las palabras. Me parece hermoso que los jóvenes, sobre todo, puedan ver que aún existen personas que son capaces de entregar su vida por Amor. Qué belleza. Qué parecidos a Jesús!

    Saludos cordiales,

    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

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  5. Graciela Moranchel dice:
    Jueves 14 de Julio de 2011 a las 10:29 AM

    Muy buenos los datos y el material aportados por Juan Carlos Lafosse sobre el crimen de estos monjes cristianos. Comparto plenamente su perplejidad al verificar que en la Iglesia Vaticana no ha habido hasta la fecha ninguna iniciativa (al menos no la conocemos) de canonizar, ya mismo, sin dilaciones, a estos santos mártires contemporáneos, que han dado la vida por Cristo Jesús, con un preclaro ejemplo de coherencia de vida, de valentía, de apertura al diálogo con todas las religiones, y de amor a Dios y al prójimo.
    Los fieles no necesitamos que se quieran inventar “milagritos” para subirlos a los altares. El mayor milagro es el testimonio de sus vidas santas, unidas a Dios hasta el fin.

    Saludos cordiales,

    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

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  6. Roberto González dice:
    Lunes 8 de Agosto de 2011 a las 12:44 PM

    Es cierto lo que dice Juan Lafosse. “Necesitamos santos como ellos, que dieron su testimonio en la soledad y fueron olvidados, mucho más que santos exitosos y mediáticos. El éxito artístico y de público de esta película excelente, tan alejada de los patrones comerciales, debiera dar que pensar al Vaticano.”

    Pero… 2 cosas:

    1.- ¿que esperar del Vaticano …que no piensa, que está tan ensimismado y por eso a la vez incapaz de escuchar la voz y los signos de los tiempos?¿no Alcanzaron ni Juan XXIII, ni Pablo VI, ni el Vaticano II, olvidados y acallados? ni el martirio de comunidades enteras en los hornos crematorios que cocinan los grandes intereses del mercado en toda Africa, en Medio Oriente, en Palestina, en Afganistan, en Centroamerica?

    2.- ¿Por qué no esperar de nosotros mismos, ya, una mayor disposición a poner nuestras pequeñas vidas en manos de Dios y de esa comunidad humana concreta, en el límite entre la miseria más abandónica y la delincuencia, que nos rodea y nos hace ese pedido de atención, tiempo, esfuerzo, plata a veces con tan malos modos… que nos atemoriza del mismo modo que el GIA argelino a los monjes trapenses?Por qué no optar por asumir nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestra patria, así como está, como don de Dios y tierra de nuestra Misión para amarlas aunque duela?

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  7. Gracias Sr. Roberto Gonzalez por proponernos asumir a nuestros hermanos como el don de Dios que son, a amar nuestra realidad con todas sus miserias. Esto es lo que yo creo que nos pide Cristo, ese testimonio de los monjes desde nuestro lugar, desde donde estamos.

    Es verdad que a veces puede darnos miedo, pero por poco que se mire aparece el dolor, aparece el hombre dejado por muerto de la parábola del samaritano que nos exige ser su prójimo.

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