miércoles, 7 de septiembre de 2011

6,7,8, Murdoch: medios, barbarie y libertad

por Eliaschev; Pepe

El escándalo del magnate de los medios trasciende las fronteras del hoy convulsionado Reino Unido y teje redes de poder, negocios, cinismo y abusos.Hicieron todo lo que no debía hacerse. Violaron intimidades. Penetraron intercambios privados. Espiaron. Conspiraron. Corrompieron policías corrompibles. En nombre de un supuesto mandato informativo, salpicaron los espacios periodísticos de maledicencias. Fueron ruines y, sobre todo, perfectamente amorales. En la escalera degradatoria del amarillismo tradicional, ignoraron las restricciones más obvias. En aras de vender diarios, le hicieron la vida miserable a demasiada gente. Transgredidas las vallas de última contención, el escándalo reventó como ampolla purulenta. Durante varios días pareció que se llevaba consigo a un gobierno demasiado reciente como para quedar tan vulnerado.

El escándalo Murdoch habla de cuestiones que trascienden de lejos los límites del Reino Unido. En ese pozo apestoso se combinan varios predicamentos de alcance internacional: prensa y poder, rentabilidad y negocios, cinismo y ausencia de valores, capitalismo de rapiña y garantías individuales. La relación del poder político con los medios es poco menos que proverbial en casi todas partes. En el caso británico, el inmenso poder de los medios del empresario de origen australiano no podía ser ignorado por los gobiernos laboristas y el actual de la coalición conservadora-demoliberal. Pero si, para proteger sus intereses políticos, Tony Blair en su momento y David Cameron ahora fueron pragmáticamente promiscuos en sus lazos con Murdoch, debe apuntarse que su connubio con el grupo excedió en un punto lo políticamente tolerable. Se condena en este escándalo que un poder político se haya entreverado sin límites con un conglomerado de prensa y TV básicamente famoso por su carencia de escrúpulos.

También debe decirse que ese mismo compacto mediático fue armado con astucia: junto a los amarillos y reaccionarios News of The World de Londres, y New York Post de los Estados Unidos, Murdoch hace años que compró el mítico The Times, venerada vaca sagrada del más rancio periodismo británico de prestigio.

En una era claramente signada por la progresiva y ya irreversible decadencia de los diarios, la batalla por la supervivencia devino colosal en la vieja capital del Reino Unido. No es un mercado sencillo. A diferencia de la brutal Nueva York (donde sólo sobreviven tres diarios), Londres cuenta con una insólita cantidad de cotidianos, incluyendo diarios “de calidad” muy arraigados (Guardian, Telegraph, Financial Times, Independent), los populares Mirror, Express y Mail, además del citado Times, y varios sensacionalistas muy duros, como The Sun, del mismo Murdoch).

Estamos hablando de pujas brutales en un mercado altamente competitivo y con una formidable pujanza en materia digital. De hecho, el mercado británico deriva rápidamente a una clara preferencia por informarse cada vez más con y desde Internet. En ese contexto, la pelea desaforada por los consumidores de sensacionalismo adquiere ribetes espectaculares.

Cuando Murdoch compró finalmente el viejo New York Post de Manhattan (su fórmula crimen, sexo, celebridades, chismes, escándalos políticos y deportes) a fines de los ’90, no hizo más que blanquear su apetito global y su objetivo (logrado) de ser el magnate central del mercado anglosajón. En septiembre de 1998, hace casi dos décadas, la revista norteamericana Mother Jones dictaminaba que “en una industria que genera más poder que dinero, tal vez nadie controla tanto poder como Murdoch, algo fundamentalmente temible en sí mismo”.

Ver el resto del artículo en http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/678-murdoch-medios-barbarie-y-libertad/

1 comentario:

  1. Hemos tenido muchas décadas de autoritarismo en Argentina, aristocrático, elitista, corporativo, pero sobre todo bárbaramente plutocrático. También gobiernos democráticos sometidos al autoritarismo de militares, del FMI y del poder financiero como los de Raúl Alfonsín, el turco y De la Rua. Pero ahora algunos usan el término precisamente por la razón contraria: no someterse a estos poderes.

    Populismo puede referirse a un gobierno democrático, tal como establece la Constitución, que se apoya en las mayorías que lo votaron y busca favorecerlas. O ser un simple descalificativo que alude “al pueblo” como un sujeto inorgánico que es arrastrado por un líder manipulador.

    En general, etiquetar es solo un sistema para superar conflictos de autoestima. Descalificando a los demás se logra una sensación de superioridad que pone a cubierto de cualquier argumento que no convenga escuchar.

    Hagamos ahora un inventario muy rápido del armamento al que se oponen los “fornidos recursos estatales” que nos “amenazan a usted y yo”.

    Entre Clarín, La Nación y La Razón suman semanalmente unos 4.165.000 ejemplares de circulación. Página 12, El Tiempo y El Argentino alrededor de 943.000, o sea 4 veces y pico menos lectores.

    En televisión, los ratings promedio diario de los canales 2, 9, 11 y 13 suman alrededor del 33% de la audiencia contra menos del 2% del canal oficial, 16 veces más audiencia. Si analizamos el polémico 6,7,8 vemos que su rating es del orden del 1,5 a 3% contra el 30% que suman los canales 11 y 13 en ese mismo horario. O sea máximo 140.000 personas contra algo más de 1.600.000, 12 veces menos.

    O sea que a la oposición potencia de fuego no le falta y nadie puede negar que han disparado munición gruesa para fabricar “percepciones”, sin ningún límite de ética o siquiera buen gusto.

    En Argentina se aprobó, con un parlamento sin mayoría oficialista y con una amplísima discusión pública, una ley de Medios Audiovisuales que busca, precisamente, frenar la barbarie de los conglomerados de medios nativos que, como los de Murdoch, tienen probada capacidad de “sofocar a periodistas incorruptibles y a medios de sólida reputación”.

    Una herramienta imprescindible para un país que, con leyes de períodos autoritarios, se ve obligado a tolerar “la mugre sensacionalista que en nuestro país destila su hedor diariamente”.

    ResponderEliminar