sábado, 6 de agosto de 2011

Editorial: La ausente ejemplaridad

por Consejo de redacción

El sujeto de la vida social no es el Estado sino la sociedad, con su pluralidad de intereses y su libertad. Una mejor articulación entre sociedad civil y Estado podría ayudar a mejorar a este último.Al observar el comportamiento de la sociedad, es decir, de los actores que operan en la comunidad fuera de las estructuras de gobierno (empresarios, organizaciones no gubernamentales, sindicatos, etcétera) se advierte una relativamente amplia “federalización” de expresiones sociales, económicas y políticas. De esta manera se resiste la pretensión del gobierno central de concentrar las decisiones en pocas manos, negando precisamente el carácter federal de nuestra organización política y constitucional.

Por otro lado, el desarrollo de nuestra cultura, diversificado y de gran riqueza, se opone a la pretensión de sectores muy ideologizados de amaestrarla, domarla, convertirla a un discurso único. Además, específicamente en el ámbito del tercer sector, la extraordinaria difusión del voluntariado, quizá una de las virtudes más sobresalientes de nuestro tiempo, contradice la preocupante propagación, no menos notoria, de la corrupción. Y se podrían citar ejemplos: Madres del dolor, la entidad que brinda servicios de asistencia y contención integral a víctimas y familiares de hechos de violencia; Luchemos por la vida, asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la prevención de accidentes de tránsito; Red Solidaria, liderada por Juan Carr; Cáritas Argentina, etcétera.

Para no caer en la fácil trampa de oponer sociedad civil y clase política sin más análisis, conviene recordar que aquélla no es la suma de virtudes, opuesta por naturaleza a las reglas del ámbito político. Los campos de la pobreza, los derechos humanos, el medio ambiente, la salud sexual y reproductiva, son ámbitos donde, a través de las organizaciones antes citadas, se puede incidir en las políticas públicas, responsabilidad del gobierno, sin pretender sustituirlo. En otras palabras, nuestra sociedad es mucho más rica, heterogénea, dinámica, voluntariosa, responsable y dotada de valores de lo que ven muchos que la interpretan y, más aún, muchos que la representan.

Pero no bastan reacciones espasmódicas para suplir la ausencia de políticas de Estado, que suponen medidas estructurales. Por eso el tercer sector, las empresas, los sindicatos y demás actores de la sociedad deben procurar una más estrecha articulación con los organismos y poderes del Estado. Hay motivos de reclamo y sobreabundan las protestas, pero más difícil es plantear propuestas inteligentes que las encaucen, y que éstas sean atendidas adecuadamente por el poder político.

Acaso el defecto mayor de la sociedad civil es no encontrar su conexión con la política, único ámbito desde donde pueden ejecutarse las grandes transformaciones.

Artículo completo en:

http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/editorial-la-ausente-ejemplaridad/


5 comentarios:

  1. Nuestra Constitución refleja las preocupaciones de quienes la redactaron. Así como en EEUU, un país que nació con inmigrantes que huían del rey, revela su miedo a la tiranía, la Argentina es fuertemente presidencialista como consecuencia de su preocupación por la anarquía. En sus comienzos, todas las decisiones se concentraban en un grupo de solo 11 personas, todas en Buenos Aires.
    De allí, de nuestra historia, arranca un régimen federal que es hoy muy complejo, donde la dependencia de las provincias en unos aspectos contrasta fuertemente con la libertad de acción de sus gobernadores. Parte de las grandes inequidades y diferencias entre las distintas regiones del país se arraigan en estas situaciones.
    También, por mandato expreso de la Constitución Nacional, el Estado nacional debe resistir la pretensión de concentración monopólica de las empresas (Art. 42.), y garantizar la libertad y la democracia de las organizaciones políticas y gremiales tanto de trabajadores como empresarias. Estas son exigencias del bien común bastante obvias aunque haya quienes se incomodan porque implica la intervención del Estado en lo que consideran más bien como “cotos de caza” exclusivos.
    En materia de democracia, uno de los avances importantes de estos años ha sido la llamada Ley de Medios Audiovisuales, que al evitar la concentración de multimedios permitirá exponer la riqueza y diversidad de nuestra cultura.
    Así también se limita la penetración de conceptos neoliberales fuertemente ideologizados, que instalaron en Argentina un “pensamiento único” y desvalores como la xenofobia y el racismo, a través de redes de medios tan extensas y monopólicas que estarían prohibidas en EEUU por ejemplo.
    Uno de los riesgos importantes de manipulación de ideas que se corre en este momento es dejar la producción de contenidos educativos en manos de empresas privadas, como es el caso de la Ciudad de Buenos Aires. Debe preocuparnos mucho que quienes publicaron durante décadas en sus diarios el Rubro 59 y emiten programas televisivos como los “Bailando…” o “Buscando una novia para Ricado Fort”, epítomes de la cosificación de las personas, ahora lleguen a los estudiantes directamente a través de sus computadoras.
    La “sensación de inseguridad” no es la única que se fabrica en los grupos multimediáticos, también se genera la “sensación de corrupción”. Un asesinato en el interior del país es mostrado miles de veces a lo largo de días enteros y termina haciendo sentir miedo. Exactamente lo mismo pasa con hechos de corrupción, reales o falsos, que ocupan horas de pantalla y kilómetros de diarios repitiendo hasta el hartazgo muy pocos datos concretos. La impunidad del sistema mediático les permite manipular los hechos, emitir torrentes de hipótesis y opiniones sin ningún control ético o factual. De ahí surgen frases como “…la preocupante propagación, no menos notoria,…” o “la mayor de la historia”. No es una técnica moderna, pero es muy efectiva en manos de los medios actuales: miles de flashes informativos equivalen a una verdad.
    La creciente participación de distintos grupos en la política, particularmente de los jóvenes y de muchas y diversas organizaciones sociales no solamente ha vitalizado el debate sino que permite diferentes formas de control de la corrupción por los afectados.

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  2. Debo confesar que leer que “nuestra sociedad es mucho más rica, heterogénea, dinámica, voluntariosa, responsable y dotada de valores” me ha sorprendido mucho. Hasta ahora, en cada número, algún artículo nos trataba de tarados, únicos culpables de nuestros males. Incluso algún comentario sugería que debíamos “exterminarnos” para lograr algún progreso.
    Desde ya que reacciones espasmódicas, preocupación, miedo, perplejidad, sensación de impotencia, indiferencia, fatalismo, inacción, resignación etc. etc. no ayudan a ningún país a mejorar.
    La pregunta es por qué no se “encuentran soluciones” y la respuesta es bastante evidente:
    1) Porque no es fácil, los problemas reales son complejos, algunos son antiguos y otros tienen características nuevas que cuesta comprender. Yo estoy cansado de escuchar propuestas que comienzan con “sería tan fácil…” emitidas habitualmente por personas que nunca estudiaron el tema ni comprenden cuales son las variables involucradas. ¡Y opinan sobre temas tan “sencillos” como la pobreza, la salud o la educación!
    2) Porque las soluciones muy a menudo exceden el ámbito nacional. Los grupos económicos y financieros, que no reconocen fronteras, son parte de los problemas y sobre ellos la capacidad de acción de organismos nacionales es limitada.
    3) Porque hay que trabajar mucho y comprometerse. Desde el gobierno y la oposición, hay que elaborar políticas, generar propuestas, discutirlas y negociar hasta que los astros se alineen y puedan introducirse mejoras. Algo que no tiene nada que ver con sentarse a criticar desde afuera o hacerse la víctima.
    4) Porque hay intereses poderosos en la raíz de la mayoría de los problemas. Personajes que no quieren cambiar su situación de beneficiarios.
    5) Porque no hay debate entre la gente sobre ellos, básicamente por desinformación. Y es que también hay intereses poderosos que no quieren debates públicos, no desean jugar el papel del rey desnudo.

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  3. Si miramos este momento de la historia, tampoco hay mucha voluntad de diálogo, tan necesario para debatir. Las culpas están repartidas entre gobierno y oposición, sin duda. Pero basta ver las cadenas de mail que me llegan todos los días para ver que el odio más irracional viene solo del lado de los opositores al gobierno. Hay algunos absolutamente desopilantes y muchos, demasiados, son obscenos y vergonzosos.
    Hay muchas cosas por mejorar, evidentemente, pero la sociedad se indigna solamente cuando las cosas no mejoran, los argentinos tenemos suficiente experiencia y madurez para comprender que nada se arregla en un día. Y quién niega que las cosas mejoran realmente para amplias franjas de nuestra sociedad es porque vive en el frasco del discurso único del monopolio mediático.
    Acá faltan razones y argumentos aunque sobran adjetivos. Es ignorar donde estábamos en el 2001, desconocer las acciones realizadas y despreciar los logros alcanzados hablar del “evidente deterioro” del cuidado de la salud, de la calidad de la educación, de la justicia, de la seguridad o de carencias graves de infraestructura. ¿De que país hablan? ¿Alguno recuerda cual era la mortalidad infantil, el calendario de vacunación, las escuelas que funcionaban como comedores, la corte suprema de Nazareno, los índices de muertes violentas, la falta de energía, de caminos?
    Sin duda sería muy bueno contar con más ejemplos de virtud, en todos los órdenes de la vida. Quisiera ver políticos que no se vendan y propaguen mentiras para lograr más votos, empresarios que comprendan sus responsabilidades sociales, paguen sus impuestos y respeten la ley, financistas que no se lleven afuera las riquezas del país, sindicalistas que se jueguen por los trabajadores y no por facciones políticas, periodistas incapaces de mentir y medios que les den trabajo y no difundan la prostitución. Algún día quizá, pero ahora creo que hay que tener claras las ideas y jugarse por ellas en el mundo real.
    Cada uno pensará cual es el camino, no existe una sola forma de resolver los problemas, pero hay momentos en que no se puede decidir sino que tenemos obligación de optar. Y ahí deben jugar nuestros valores ejemplares y pensar antes que en nosotros mismos en nuestros hermanos más pobres.
    Como cristianos y hombres de bien, debemos buscar el bien común y muy en especial el de aquellos que más necesitan la ayuda de la sociedad.

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  4. Me gustaría saber cuando en Argentina tuvimos “cuestiones resueltas sin ninguna violencia en otras sociedades, incluyendo la nuestra si recordamos el pasado”.

    ¿Cuales fueron estas cuestiones? ¡Si solamente se habla de la higiene y el tránsito en la “megalópolis porteña” tienen razón!
    Entre un jefe de gobierno que ni siquiera ejecuta el presupuesto y el mensaje mediático permanentemente violento, es fácil entender porqué tenemos un “verdadero ‘magma’ de desorden”.

    Pero si se trata de los problemas serios del país ¿cuando ocurrió esto en Argentina?

    ¿Que clase de violencia fue la que no existió? ¿La desocupación y la miseria no son violencia?

    ¿Ahora hay “violencia”? ¿Cual? ¿Quienes son los “violentos”?

    ¿Todo tiempo pasado fue mejor? ¿Para quienes?

    Falta análisis, historia, argumentos, una mirada al mundo que nos rodea, que nos permitan ubicarnos y entender un poco más lo que ocurre en Argentina.
    Sobra desaliento.

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  5. Ayer, Domingo 14 de Agosto, se hizo evidente la distancia que hay entre un proyecto político y la pura y simple ambición de poder puesta al servicio de grupos económicos y mediáticos.

    Quedó claro que no existe ningún proyecto alternativo, ninguna idea capaz de oponerse al gobierno, a pesar de todos los errores en que este ha incurrido y las falencias que tiene.

    Para gobernar y para ser opositor hay que tener una altura intelectual y moral que permita elaborar propuestas superadoras, no simples artificios mediáticos y slogans de publicistas, que solo para eso alcanza el dinero.

    Un discurso que no reconoce los logros y las medidas positivas de sus oponentes, no sirve como base para construir NADA. No se puede ignorar lo que ocurre en el país, ni lo bueno ni lo malo. Por desgracia, esta visión parcial, negativa e irreal afecta fuertemente a Criterio.

    Ayer, en las declaraciones de los perdedores también quedó claro quienes son los violentos y cual la seriedad de las promesas. Lamentables algunos y vergozosos Duhalde y De Narváez, a la altura de sus antecedentes.

    Deseo sinceramente que Criterio abra sus páginas al país, que no refleje únicamente un relato construido para alcanzar el poder por medios que sirven solo a la especulación y no a la gente. No ayuda a crecer mostrar la visión de un grupo que está tan anclado en el pasado que no comprende lo que pasa en el mundo entero.

    Que refleje los valores cristianos en la política, que sea el buen samaritano y se preocupe por el prójimo, que discuta, confronte y defienda una mayor equidad en la sociedad y no valores formales.

    Al final, también la revista será juzgada por la caridad.

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